Conocimos a algunos de los miembros del centro y con otros, fue a lo largo del día, con los que entablamos relación. Un autobús nos desplazó hasta El Rocío y, una vez allí, el grupo se dividió en tres para acomodarnos en los vehículos que estaban esperando para iniciar la visita. Comenzamos atravesando las arenas de la aldea con las explicaciones de los guías. Ya, desde el principio, dichas explicaciones se iban complementando con las preguntas o comentarios de los acompañantes, ante el asombro, en más de una ocasión, del guía, ya que se trataba de información que sólo, personas que habían “trasteado “ mucho la zona, podían conocer y esto era porque muchos de los miembros de Proyecto son de localidades cercanas al Rocío.
La primera parada fue en el Palacio del Rey donde nos esperaba un magnífico desayuno preparado en el porche de una pintoresca casa: café, zumo, roscos de coco (que alguna voluntaria se apresuró a solicitar la receta), montaditos de sobrasada, y migas camperas que más de uno repitió. La comida, el lugar, la tranquilidad y la compañía nos podían ser mejores. En ese rato, fuimos conociendo la realidad de algunos de los usuarios: algunos llevaban 2 días en el Centro, otros una semana y alguno 15 meses, encontrándose ya en la fase final del tratamiento y que ahora ejerce también de tutor al resto del grupo. Son muy diversos los motivos que a uno u otros los ha llevado a la dependencia de la que ahora están logrando desligarse, pero a todos les une una fuerza y vitalidad envidiables.
Posteriormente, continuamos el camino hasta el Centro de Visitantes José Antonio Valverde, disfrutando de una brisa marismeña y observando todo tipo de aves que nos acompañaban a nuestro paso: cigüeñas, flamencos, garzas reales e imperiales, zampullines, fochas, garcillas, ibis, … En el Centro visualizamos un vídeo sobre el Parque de Doñana presentado por un simpático calamón y proseguimos nuestra visita.
La próxima parada nos llevaría hasta una arboleda, camino de la Hermandad de Hinojos hacia El Rocío, en la que disfrutamos de un completo picnic, que más de uno no podía terminar porque aún rondaban en el estómago las migas del desayuno. De vuelta al Rocío, ya apretaba el calor y visitamos, como no, la ermita, con el trasiego de visitantes y peregrinos, todos preparando ya la Romería.
La vuelta en autobús hasta el Centro no fue para nada tranquila. Tras una jornada que comenzaba bien temprano, aún quedaban fuerzas para unos cantes, sevillanas, por supuesto, que estamos en época, y algún que otro fandango. Nuestra compañera Felisa, la más veterana, sigue demostrando que su espíritu es el más joven y animó a todos los presentes.
Fue una magnífica celebración del Día del Voluntariado en la que una vez más, obtienes respuesta a la labor desinteresada cuando ganas una enorme felicidad compartiendo con personas que están pasando por momentos muy duros, lejos de su familia y enfrentándose a realidades, para nosotros, desconocidas y que, por supuesto, merecen otra oportunidad y luchan cada día por ello.
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